El éxito de varias franquicias de comida japonesa en México, cuyo énfasis está en el sushi, ha desvirtuado un poco la imagen que tenemos de este lado del mundo de la gastronomía del país del sol naciente.

En la Colonia Cuauhtémoc de la Ciudad de México hay una pequeña zona conocida como Little Tokyo, en donde un grupo de restaurantes buscan expresar la comida oriental de forma más auténtica, que si bien las fusiones son inevitables, que han sido apreciadas por los comensales de la ciudad.

Edo Kobayashi ha creado un grupo de restaurantes con esta misma visión, uno de ellos, situado en Little Tokyo (Río Pánuco 132 en la Colonia Cuauhtémoc) es Hiyoko, cuya oferta gira en torno a las brochetas, conocidas como Yakitori en donde la proteína favorita es el pollo.

Hiyoko es un lugar pequeño, íntimo, que podría bien pasar por ‘cocina de barrio’ con una barra en donde recomendamos sentarse si se quiere ver a los cocineros en acción (atractivo de la cocina japonesa).
Toshi Narita es el chef creador del menú, de quien primero probamos un par de Teishoku, ancestral platillo completo, con arroz gohan, sopa miso, un platillo principal (a elegir entre varias proteínas, de la cual elegimos la lobina) y una guarnición que va cambiando. Este menú (va de los $200 con carne de cerdo a $480 del sashimi) puede ser la comida completa ligera, pero queda espacio para un par de yakitoris o un postre.


Los yakitoris son principalmente de pollo, aquí Narita cuenta con una excelente materia prima pues el producto con el que trabaja es orgánico, traído a su restaurante de la Granja Kobayashi en donde tienen las mejores prácticas del mercado.


Aunque probamos las brochetas de muslo y pechuga (ambas deliciosas, con gran textura y sabor), nos quisimos aventurar por las de corazón, hígado, pescuezo, molleja y rabito de pollo; aquí vale la pena hacer un espacio porque en la cocina tradicional mexicana (específicamente en la chilanga), estas ‘menudencias’ son un gusto adquirido, la textura nunca es fácil y los sabores muy fuertes… pero pasado por el arte milenario de un cocinero japonés la cosa cambia.

La textura suave, los sabores atenuados y la excelente presentación (no se adivina el origen en las brochetas) resultan en una experiencia muy agradable… primero la de corazón, que al resultar tan buena nos llevó a pedir la de hígado y así sucesivamente. Sin duda un gran descubrimiento. Obviamente, si el recuerdo de algún platillo de la abuela te hace darle la vuelta a estas brochetas, siempre quedan las de alitas, albóndigas, pato, salmón e incluso de filete wagyu.

Y aún hay más, porque también hay brochetas de elote baby (el sabor del elote literalmente explota en el paladar), aguacate, espárrago, betabel (extraordinario) y papa cambray, entre otros muchos.


Para maridar hay una excelente selección en mixología (donde destaca el afamado whisky japonés), cervezas de arroz y todo el rango de Nami, un sake elaborado en Culiacán.

El ambiente relajado de Hiyoko es perfecto para alargar una tarde con el pretexto de darle oportunidad a las brochetas, acompañadas de algún sashimi y la variedad de arroces, todo lo cual nos hará ampliar en una sentada nuestra perspectiva de la gran gastronomía japonesa.

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By Jacobo Bautista https://twitter.com/JacoboBautistaR